Por: Noel Cardona
“Si llegaras a morirte hoy, ¿a dónde te irías, al cielo o al infierno?” Así reza un pegadizo que recientemente perturbó a una transeúnte, lo cual manifestó en su muro del feisbuc. Seguido se desarrolló una dinámica entre los internautas que daba a entender el desconocimiento del plan de Dios al respecto. Y es que esa pregunta es muy directa y comienza a hurgar en la conciencia de la gente, lo cual me motivó a escribir.
Es curioso como algunos instaban a la conductora a cambiar de carril, o aseguraban que nadie sabe a donde van a ir después de la muerte, o incluso les importaba un comino el tema. Lo cierto es que a Dios si le importa a donde iremos. En primer lugar quiero dejar claro, que la fuente de la verdad, Dios la dejó establecida en su palabra, la Biblia. Pregunto, ¿conoce usted algún libro que haya sido escrito en un período de 1,500 años, por 40 autores diferentes, de diferentes ocupaciones, con un hilo conductor que le hace pensar que fue escrito por una sola persona, que ha sido traducido a más de 2 mil idiomas, y con cientos de profecías cumplidas (y otras por cumplirse), y otros atributos sorprendentes? Ese libro, es la Biblia.
Comencemos por establecer una verdad absoluta. Y es que “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”, Números 23:19. En otras palabras, Dios no es un mentiroso. En segundo lugar, Dios no quiere que nadie se condene o pierda,” Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”,1 Timoteo 2:3-4. Entonces debe surgir una inquietud, ¿de qué quiere Dios que nos salvemos? Definitivamente Dios quiere que nos salvemos de vivir la vida eterna en el infierno. Él desea que vivamos junto a su lado en el cielo.
Te preguntarás entonces, si yo soy bueno, no le hago daño a nadie, no me meto con nadie, ¿seré salvo? Te tengo una noticia, y es que Dios nos contesta esa pregunta en uno de los diálogos más importantes redactados en las Sagradas Escrituras,” Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios”, Mateo 19:16-17ª. Ese es Jesús contestándole a un joven rico. El mismo Jesús le cuestiona al joven porque le llama bueno, y a renglón seguido le dice que no hay ninguno bueno, solo Dios. La conclusión aquí es que todos estamos fritos, ¿verdad? La contestación a esa pregunta la veremos más adelante.
Ahora, vamos a ver cuál es la verdad que Dios quiere que conozcamos, y que permanezca con nosotros. Pero para hablar de la verdad, primero hay que conocer la mentira. La historia comienza en el Génesis 3:1-7,”. Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.
En esta porción de la escritura se pueden apreciar varios elementos de la mentira. En primer lugar, Satanás introduce el engaño, cuando le dice a Eva;
1. Que no iba a morir si comía del fruto del árbol que está en medio del huerto (introdujo la mentira).
2. Que si comía de él, sería como Dios (introdujo el orgullo).
3. Que así podría conocer el bien y el mal (introdujo la soberbia).
De esa manera, Satanás logro engañar nuestros ancestros, separándonos de estar junto a Dios por la eternidad. El plan original de Dios es que siempre estuviéramos con El. Pero Dios es Santo, y no tolera la mentira. Pero más importante aún, Satanás logró que se desobedecieran las instrucciones dadas por Dios a Eva y Adán. Así que la desobediencia nos separó de Dios. Ahí la mentira, el darle crédito a Satanás, y tirar por la borda el plan de Dios para con nosotros. Ese es el llamado pecado original con el que cargamos todos, y que nos mantiene separados de Dios. Ahora, le pregunta que surge es, ¿y cómo podemos recuperar lo que se perdió en el paraíso? Ahora demos paso a la verdad.
En primer lugar, hay que reconocer que hay una distancia abismal entre Dios y nosotros, la cual surge por la aparición del pecado. En palabras sencillas, tenemos que reconocer que somos pecadores, y que así no podemos estar en el cielo. En 1 Corintios 15:50, se establece un idea clara en cuanto a este punto,” Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. En otras palabras, el pecado, y por lo tanto, el que hace pecado, no puede heredar el Reino de los cielos. Si recordamos lo establecido al principio, veremos que Dios quiere que nadie se pierda. Veamos 2 Pedro 3:9,” El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Podemos apreciar claramente que Dios espera algo de nosotros para que no nos perdamos, y es el arrepentimiento, y ¿de qué nos debemos arrepentir? De nuestra condición de pecadores, pues “la paga del pecado es muerte”, Romanos 6:23ª. También vemos que, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, Romanos 3:23. Así que podemos ver el pecado como un abismo que nos lleva a la muerte segura (vivir sin Dios). ¿Qué evento nos espera con relación al pecado? Hebreos 9:27, tiene la respuesta,” Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
Ese abismo es salvable. Podemos salvar dicho abismo observando estas verdades,” Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, Romanos 5:8, y en Juan 3:16,” Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. De manera que Dios en su inmensa misericordia, y para que no perezcamos, ofreció a su hijo unigénito, Jesús, en una cruenta muerte, para que de esa manera pudiéramos salvar el abismo entre Él y nosotros. Pero el mero conocimiento de esta verdad no nos asegura el cielo. El se dio en la cruz por amor a nosotros, y es ese amor el que nos debe llevar a arrepentirnos de nuestra vida pecadora (que nos separa de Dios), y aceptar a Jesús como nuestro salvador. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, Juan 1:12. En Lucas 6:47-49, podemos apreciar lo siguiente,” Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. 48Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”. El fundamento y la roca de esta palabra es Cristo. Es decir, si tu vida esta cimentada sobre el pecado (edificada sobre tierra, sin fundamento), el resultado final será la ruina para tu vida eterna. Ahora vuelvo y te pregunto, ¿estaremos todos fritos? La contestación a esta pregunta ya tú la sabes, es individual, dependerá de tu decisión de arrepentirte de tus pecados, aceptar a Cristo como Salvador, y comenzar una nueva vida. Tenemos una deuda de amor con Jesús y la mejor forma de pagarle es con nuestro amor y con nuestra obediencia a sus mandatos, “ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”.
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