Durante el viernes 6 de noviembre de 2009, se escribió otra página más que acentúa la diferencia entre un pueblo y su gobierno. Por gobierno quiero establecer que es el que toma las decisiones que afectan directamente a los gobernados. Este gobierno, es de una manera u otra, una réplica de los anteriores, con la distinción de ganar la antipatía del pueblo en un tiempo record. Y es que en cuestión de unos pocos meses, ha logrado el arrepentimiento de una gran parte del electorado que le prestó su confianza. Claro, siempre habrá en el panorama un grupo de miopes incondicionales.
El gobierno continuó con su plan de despidos en masa de empleados que trabajan en diferentes dependencias gubernamentales. El fundamento principal para esa determinación lo es el déficit en las arcas del gobierno, producto de una crisis fiscal. Esa crisis fiscal como todo en la vida, tiene una raíz, un génesis. Y es que el gobierno ha ido careciendo de humildad, sabiduría y de respeto, faltando a su compromiso con el pueblo. El gobierno, ha exhibido una conducta fiscal de gasto a manos llenas, sin medir futuras consecuencias. Que no digan que eso es falso, basta con ver los resultados al presente; una megadeuda publica de sobre $42 mil millones que se ha ido acumulando cuatrienio tras cuatrienio.
El asunto es que estamos viviendo el resultado de un estilo de vida que a acondicionado la psiquis del pueblo boricua. Dicho estilo ha sido promocionado y atosigado por todos nuestros gobiernos. Es uno basado en el progreso utilizando el cemento y la varilla adosado al consumo. No es que las obras no sean necesarias, es que muchas de ellas han sido edificadas pensando en que están hechas para un país rico. Precisamente, esa es la perspectiva errónea que nos han querido vender. Se han comprometido con obras monumentales, costosas, planificadas con un estimado cuyo costo final ha superado por mucho el original. Ejemplo lo es el tren urbano, cuyo costo original se estimó cerca de los $850 millones, y que terminó costando sobre los $2.2 billones. Este discurre por un tramo de 10.7 millas, haciendo de este el tren más costoso del mundo por milla de extensión. Le construyeron 16 estaciones (a todo lujo), muchas de las cuales están decoradas con obras de arte (por lo menos le dieron una oportunidad a nuestros artistas). Para colmo, dicho tren no genera el dinero suficiente para poder cubrir su deuda (hecho a crédito), por lo que el gobierno tiene que subsidiarlo. Este es tan solo uno de muchos ejemplos de cómo el gobierno malgasta el presupuesto, sin contar los millones que se chupa la corrupción.
En el renglón del consumo, con su estilo de gastar, el gobierno ha estimulado al pueblo a imitarlo. De la misma manera que el gobierno ha quebrado (no podemos olvidar que en el pasado este tuvo que cerrar por dos semanas pues no tenía dinero para pagar la nomina pública), una parte del pueblo consumidor se ha acogido a los diferentes capítulos de la ley de quiebra. Y es que nuestro gobierno durante los últimos cuatrienios, ha sobrevivido gracias a los préstamos que toma para aparentar sacar a flote al país. Y es precisamente ahí, donde está el meollo del asunto. Usted se preguntará, ¿y por qué el gobierno se compromete tanto económicamente? ¿Por qué no tenemos un gobierno frugal? Bueno, una posible respuesta a la primera pregunta es que nuestro sistema de gobierno es uno para ganar elecciones a base de un programa de gobierno estilo Alicia en el país de las maravillas, pero con un bolsillo liliputiense. Es decir, se preparan para coger de tontos al electorado con un grupo de promesas que desde la salida saben que no van a poder cumplir, y las pocas que cumplen cuestan un dineral, y para poder realizarlas, tienen que coger millones prestados.
Con respecto a la segunda pregunta, el por qué nuestro gobierno no es uno modesto. Interesante ver porque tenemos un gobierno pretencioso. Cuando vemos una economía que depende del tomar prestado (nota aclaratoria; yo no soy economista, pero puedo percibir cuando algo no es conveniente), y su dependencia a esa alternativa es adictiva, las consecuencias se verán a mediano y a largo plazo. Ya estamos en el plazo medio. La cosa es como sigue; el gobierno se embrolla lentamente con una gente que se llaman bonistas (los que prestan los verdes), y emisiones tras emisiones de bonos, va aumentando la deuda. Pero ahora resulta que la ecuación se ha complicado. Ya no tenemos con qué pagar. ¿Qué sucede entonces? Sencillo, vamos a vender lo que tengamos, para así coger mas prestado. Mejor aún, nos asociamos con nuestros acreedores. Y es ahí donde entran las famosas Asociaciones Publico Privadas (APP). Las APP, representan el golpe maestro para desangrar lo que queda del gobierno que es rentable, y que brindan los réditos que ayudan a las arcas del país. Es el acuerdo entre los dueños del capital y los cómplices vestidos de ejecutivos gubernamentales, para entregar nuestra economía a los que más tienen. Una de las clausulas más abominables entre el gobierno y una APP, se puede apreciar en el arreglo económico del Puente Teodoro Moscoso. El gobierno construye el puente con dinero prestado (que raro, ¿no?), se lo entrega a un operador privado para que lo administre, pero si este no deja ganancia (adivinen), si,…, eso mismo, el gobierno cubre la pérdida. ¿No es un trato justo para los pobres empresarios? A la verdad que nuestros gobernantes son los campeones del cinismo. Hacen con el dinero del pueblo, lo que no harían con su propia pecunia.
Económicamente hablando, nuestro país está en la ruina, pero como pueblo, nos están llevando a la miseria. Todo esto es resultado de no poder discernir como pueblo las cualidades que debe tener un candidato a dirigirnos, de permitir el engaño continuo. Hay una clave para evitar esta situación; “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez”. Esta clave hace miles de años que Dios la consignó en su palabra en Éxodo 18:21. Dios deja una puerta abierta para aquel cuyo corazón es víctima de la avaricia en Hebreos 13:5; “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. Esa promesa él la dejó para todos.
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